miércoles, septiembre 14, 2005

FAME


-Buenos días. Que quería ser famosa.
-Pues está en el sitio adecuado. Dígame: ¿Quiere una fama efímera, duradera o de por vida?
-Casi que efímera. Por si luego no me gusta mucho...
-Qué cosas tiene. Eso le gusta a todo el mundo... Pero yo tomo nota: e-fi-me-ra. Ok, y, ¿cómo le gustaría alcanzarla? Puede ser a) por parentesco lejano, b) parentesco cercano y c) otras vías.
-Ni idea. Ponga que me da lo mismo. El fin justifica los medios.
-Ahí lo lleva, señora. Buena respuesta. Dígame, ¿hay algo que no esté dispuesta a hacer?
-Preferiría no enseñar las tetas, al menos hasta que me pueda operar con los primeros ingresos.
-Ok, tomo nota. ¿Me dice su edad?
-Sesenta y ocho años.
-Algo mayor, tengo que decirle. No va a ser fácil introducirla.
-¿No puedo ni siquiera ser novia de Minio?
-Ni hablar. Estamos cambiándole la imagen. Pero déjeme ver, que algo podrá hacerse... ¿Cuáles son sus puntos fuertes?
-El punto garbanzo y el de cruz de toda la vida. Aunque prefiero el ganchillo...
-Quiero decir que qué se le da bien hacer, sus habilidades...
-Ah, pues soy criticona de nacimiento y arpía por parte de madre.
-¿Algo oscuro en su pasado? Porque luego se sabrá todo... Karmele Mutante y otros investigan sin parar.
-Pues no sé... déjeme pensar. Bueno, el verano pasado me tiré a dos alemanes durante un viaje del Inserso a Benidorm.
-Ok, tomo nota. No es para preocuparse mucho.
-Los dos a la vez, ¿eh?
-Ok, ok... Bueno, más o menos lo tengo todo. Le voy a ir proponiendo cosas y usted me dice.
-Como usted diga, señora.
-Le puedo ofrecer ser madre de un novio gay de Escayola Berrocal.
-Mñee. No sé. No me veo mucho...
-¿Ex-chacha de Tita Cancervera que lo cuenta todo, todo y todo?
-Me da cosa, porque esa señora me cae muy bien...
-Podríamos decir que ha encontrado a la hija de Gomina Power regentando una mercería en Parla.
-Bueno. Podría ser, eso tiene mejor pinta... Aunque no termina de convencerme.
-A ver qué más tengo por aquí. Sí: puede aparecer como quien canta realmente en las galas de Encarnita Pollo. Se incluye demanda, claro.
-Imposible. Estoy operada de pólipos y no entono ni el Aserejé
-¿Agredida por el novio de Isabel Pantufla?
-¡¡¡Qué dice!!! Si soy fans.
-¿Novia de Marujita Pía? Este lleva en el lote una entrevista en "Salsa Mohosa"
-Ufff, es que aparecer como liviana me da no sé qué.
-¿Amante de Marc Ostracismo?
-Quite, quite... Qué cosas tiene...
-¿Vecina de Melena Grassa que la ha pillado con cámara oculta haciéndose un gazpacho?
-¿Melena Grassa la de "Loca"? Pobre chica. No, eso no.
-Pues ya sólo me queda cuñada del portero de una amiga del abogado que defiende a Sofía Mentecatos. Esto sería por la vía parentesco lejano que hablábamos al principio...
-Jopelines. Tampoco me convence.
-Señora, es que no le gusta nada. No se yo si la fama va a estar hecha para usted.
-Mujer, no es eso... Es que una tiene algunos escrúpulos.
-¿Escrúpoulos? Eso es una isla griega, ¿no?

martes, septiembre 13, 2005

LA NOCHE DE LA GOLONDRINA


Quizás nunca debí parar. Sin embargo, lenta, pero inexorablemente, la aguja en mi salpicadero amenazaba con tocar fondo antes de poder llegar al motel donde pasaría la noche. Una reserva por teléfono y pocos datos: cuarenta minutos tras cruzar la frontera de Nuevo Méjico, en la 66, un gran luminoso de neón azul en forma de pájaro… Motel Blue Swallow Una golondrina azul en medio de la nada. Habitación para uno y me iré temprano… ¿Ruido aquí?, No demasiado…

Había conducido durante 700 kilómetros, atravesando parte del desierto de Mojave y el estado de Arizona sin llenar el depósito, y habiéndome cruzado en todo el trayecto tan sólo con media docena de estaciones de servicio. Por ello, cuando, a lo lejos, distinguí el destello de lo que parecía ser una, me dispuse a detenerme, aliviado, alegre, apurando una botella de bourbon en miniatura que viajaba en el asiento de al lado. Subí la música y el ritmo trajo a mi cabeza instantáneas de días anteriores: las blanquísimas carcajadas de Ana en San Francisco, el viaje a lo largo del estado en este mismo Dodge de alquiler, la noche en Nevada, luces y más luces, las fotos en Las Vegas, mi traje manchado de vino sobre la silla de aquella habitación de hotel…

Detuve el vehículo junto al surtidor más cercano a la pequeña cabina del encargado. Tan cerca, que pude ver su rostro de refilón, medio escondido tras una pantalla de ordenador que parecía caber a duras penas en el reducido habitáculo. Dejé la puerta abierta al descender, y la música se desparramó en el silencio de una noche que comenzaba a ser fría. ¡Lleno!, grité, convencido de que el hombre podría oírme sin necesidad de introducirme en su ventanilla. En realidad, ni siquiera giré la cabeza, ocupado como estaba en intentar poner orden dentro del coche, inundado con bolsas y envases de la comida para llevar que había engullido durante el trayecto. Supe que me había escuchado cuando sentí sus pasos detrás de mí y le oí extraer la manguera de su alojamiento en el surtidor.

El primer golpe sólo produjo sorpresa, aunque fue duro y en mitad de la espalda. No caí al suelo hasta el tercero, en la parte posterior de las rodillas, y tras un segundo que esquivé con el brazo. Entonces pude verle, sólo unos instantes, antes de que apretara el gatillo de aquella manguera e inundara mi rostro de combustible. También le oí reír, antes de perder el sentido y tras haberme golpeado fuertemente en la cabeza.

Cuando desperté estaba atado, sentado en el suelo de la pequeña cabina y aún así con la cabeza por debajo de las pequeñas ventanas que la rodeaban. Sin poder saber qué sucedía fuera, miré a mi alrededor. El espacio, de escasos cuatro metros cuadrados, era blanco en su totalidad, aunque el polvo y el humo de muchos cigarrillos fumados en su interior le habían dado una tonalidad grisácea. Unas botas de agua compartían rincón conmigo, restos de pan y otros alimentos salpicaban el suelo, y colgada en una percha descansaba una sucia gabardina.

Entonces oí sus pasos. Entró en la cabina y permaneció mirándome unos segundos, antes de agarrarme por las cuerdas y arrastrarme al exterior. Vi mi coche ardiendo a unos cien metros, las llamas elevándose en el negro de la noche. No me habló hasta que yo no lo hice. “¿Va a matarme?” –pregunté-. “No, yo no me encargo de eso”, fue toda su respuesta. Acto seguido, trajo del interior una enorme bolsa de plástico en la que me introdujo, tras amordazarme y asegurar mis ataduras. Sentí como me arrastró aún unos metros más, para después depositarme dentro del contenedor de basura que, junto a los surtidores y aquel cuchitril, constituía todo el mobiliario del lugar. Oí sus pasos alejarse. Después, el silencio absoluto.

Supongo que alguien, durante las próximas horas, me habrá de recoger para ser volcado en un enorme camión donde seré triturado. Si ha de ser así, espero que no tarde mucho… La noche es gélida en el desierto. Y aquí dentro apesta. La risa de Ana es hermosa… Ya lo creo que sí. Y ganamos dos veces en la mesa de backgamon… Fue genial. En el coche han ardido las fotos, y también el traje que no tuve tiempo de mandar a limpiar… Esto está tan oscuro. No hay luces como en Las Vegas… Sólo espero que en el Motel Golondrina Azul , menudo nombre, sean comprensivos con mi ausencia, y que el seguro del Dodge cubra este tipo de imprevistos.


BSO “Carretera Perdida” Angelo Badalamenti

Este relato ha sido inspirado por el trabajo fotográfico de William Knipscher y Thomas Le Rose

viernes, septiembre 09, 2005

MIRANDO ADENTRO DESDE FUERA


¿Por qué no ha habido vacaciones para todos? Por qué no, para la imparable ola de incendios que ha asolado y asola el mediterraneo, o para la incompetencia homicida de Jorgito Bush y la apestosa boca de su señora madre, para el maltrato a mujeres y ancianos, para la infancia robada a millones de niños en todo el mundo, para la naturaleza enojada que nos visita disfrazada de Katrina y que ha llegado incluso a saludar a Cataluña, para los abusos, para la intolerancia...
Nada de todo ello tiene vacaciones. No se toman un descanso. Hacen su trabajo mientras nosotros, mirando adentro desde fuera, lo contemplamos en la TV del apartamento de turno o recostados en la cama de una habitación de hotel. Oirlo no está de más, desde luego... A muchos nos dará conversación en el buffet del desayuno, tomando una copa en una terraza nocturna o haciendo cola para entrar al Louvre. "¿Te has enterado de lo de Nueva Orleans?" "Si, tíiia, ¡qué horror!"
La normalidad con que hemos llegado a asimilar lo monstruoso me golpea al sentarme en este ordenador, al abrir este blog y al ponerme a escribir... Y aquí dentro, al abrigo del sol y una posible tormenta, quiero hacer un esfuerzo por sentir el frío y el dolor de quienes, ahí afuera, sufren y lo pierden todo por culpa de aquellos que no quisieron tomarse unos días libres.