viernes, junio 10, 2005

ENCUESTA MUSICAL


Hace un par de días mi querido Guasabi me pasaba el testigo de esta especie de cadena-encuesta musical. No he tenido tiempo hasta ahora, pero paso a responder lo que se me pide. Veamos:

-Espacio ocupado por música en mi PC:

Aproximadamente 15 gigas, porque de vez en cuando voy sacando cosas. Y ahí, pues de todo un poco, bastante jazz, pop, clásica, chochi, electrónica, lounge, cosillas experimentales, etc.

-Último disco que me compré:

Pues no estoy seguro porque dudo entre dos. O fue "Abductions And Reconstructions" de Thievery Corporation, o "The Girl In The Other Room" de Diana Krall.

-Canción que estoy escuchando ahora mismo:

Humiliation, de Jay Jay Johanson

-Cinco canciones que tienen un significado especial para mí:


Two For The Road (Henry Mancini): El tema central de la película del mismo título. Porque me crucé el sur de Francia escuchándola en el coche, acompañado por la persona que todavía hoy está conmigo, y se convirtió en eso que solemos llamar "nuestra canción".

Big Science, de Laurie Anderson. Porque me la descubrió una persona muy especial y me abrió la mente en un momento determinado.

Wuthering Heights, de Kate Bush. Porque me gusta, y porque me hace recordar la mañana nevada en que la oí por primera vez.

París, París, de Malcolm Mc Laren, cantada por Catherine Deneuve. Me recuerda la ciudad y me encanta pasear escuchándola con auriculares.

Go Your Own Way, de Fleetwood Mac. Imagino que por el mensaje.

Y ya está, ¿no? Ahora supongo que debería pasar el testigo a otros, pero sucede que: La gente que "conozco" y/o que se pasa por aquí lo ha contestado ya, de manera que sólo puedo encomendarlo a quien lo lea y quiera responder.

martes, junio 07, 2005

PAISAJE AMARILLO CON LENTEJAS

Buscando información en la red(ecilla) acerca de Raoul Dufy, uno de mis fauvistas preferidos, doy con la reproducción de esta tela sin firma, que la mayoría de los expertos atribuyen a día de hoy al artista francés. Es un lienzo de dimensiones reducidas, como la mayoría de los que pintó, y como puede verse, la ausencia de una buena conservación ha hecho que las grietas y la suciedad se hayan apoderado del óleo. Sin embargo, la viveza del color, primario casi siempre, su aplicación dentro de contornos bien definidos y de formas muchas veces geométricas, además de una composición y una atmósfera características han sido, imagino, las bases para intuir de quien era la mano que lo creó.

El encuentro me ha hecho recordar que hace años, mi por entonces pareja, de nacionalidad japonesa, compró en
el Rastro madrileño un paisaje del que se encaprichó, de aproximadamente 1m x 80cm, por el que pagó unas 10.000 pesetas, y que pasó a decorar una desangelada pared del comedor. No mucho después, durante una de las frecuentes cenas con invitados, pude ver cómo uno de los comensales se pasaba la reunión sin apartar la vista del cuadro. Después se acercó a la tela, en la que predominaban los amarillos y malvas, para terminar hablando de una intuición y de la posibilidad de constatarla, con el correspondiente permiso del propietario. El cuadro que estuvo tirado en el suelo de un puesto del rastro, viajó aquí y allá durante meses hasta que un día, un informe dictaminó su autoría y desembocó en una oferta para una posible subasta. No sé dónde estará hoy el paisaje amarillo y malva, pero con su venta se pagó la hipoteca de un ático en el centro desde cuya terraza se podían ver las calles del popular mercadillo donde se adquirió.

Desconozco también quiénes serán los propietarios de la tela que aparece en la foto. ¿Quizás los descendientes de una familia a quien Dufy regaló el cuadro un buen día? El mundo está lleno de obras de grandes artistas que fueron el pago a un plato de lentejas o a una noche de hospitalidad, cuando los tiempos les venían duros y vender era sólo una ilusión. Párraga, un español, llenó su ciudad de nacimiento de cuadros y dibujos que eran su moneda de cambio para con quienes le proporcionaron comida y fonda en épocas de penuria.

Dufy conoció el éxito en vida, pero quizás ahora, casi cien años después, un pequeño cuadro, puede que sacado de un polvoriento desván y descubierto en un mercado del puerto del
Havre o sus alrededores, donde nació y pintó durante años, cambie la vida de un campesino o una humilde familia que nunca lo colgó en su casa porque estaba viejo y agrietado.

jueves, junio 02, 2005

CINCO CURVAS


160 kilómetros hora por autovía. Conduzco yo. Aproximadamente a dos kilómetros llegará un tramo de curvas peligrosas donde se recomienda ir a 80. Y la melodía real-soni-toni-polifónica del móvil de mi pasajera sonando… Una corta conversación, suficiente para saber que la interlocutora, al otro lado, es una conocida mía, simpática, íntima amiga de la dueña del móvil. Y la dueña del móvil que cambia de gesto, y el gesto de la cara que se vuelve inmóvil.

100 kilómetros hora por autovía. Se acerca el tramo de curvas cerradas en acusado descenso. Quinto intento de fecundación artificial frustrado. La amiga, la conocida, la chica simpática, no está contenta esta noche. Me entero al terminar la llamada. No sabía, no tenía ni idea de en qué consistía semejante tratamiento, pero lo descubro hoy, a 100 por hora en autovía y comenzando a pisar el freno cuesta abajo. Es la primera curva.

A la (im)paciente ¿futura? madre se le provoca, para empezar, una “menopausia” artificial que la deja temporalmente yerma y con toda la sintomatología de dicho proceso: malestar, depresión anímica, trastornos de peso, etc. En ese estado, comienza un tratamiento a base de hormonas para, por reacción, hacerle producir gran cantidad de óvulos en poco tiempo (en lugar de uno al mes): pueden ser catorce o quince de golpe, como media, mientras las hormonas provocan crecimiento del vello corporal, sobrepeso, irritabilidad, y todo tipo de reacciones. Luego, los especialistas extraen, en una dolorosa intervención, los óvulos generados y, una vez seleccionados los más adecuados, son inseminados y reinsertados en el útero de la mujer. Después, reposo absoluto, vida sin esfuerzos, máximos cuidados… Pero si, después de todo ello, el cigoto no prospera y el embarazo se frustra, sentimiento de culpa y angustiosa búsqueda de un motivo que justifique el fracaso. Todo eso, multiplicado por cinco.

80 kilómetros hora. Cuántas curvas. Cinco curvas que no lo fueron en el maltratado vientre de la conocida, la amiga, la chica simpática que esta noche está triste. La misma que en un viaje a Marruecos se enamora de una niña de cinco meses que intenta adoptar. Qué difícil tarea: me entero recuperando la velocidad, pasadas las cinco curvas de esta autovía obstétrica que me lleva a casa. Marruecos no es favorable a la entrega de “niñas” en adopción: protegen al sexo femenino, por débil, y por otras razones menos confesables: las mujeres sirven, llegado el momento, para procurar favorables matrimonios concertados y como dócil mano de obra. La última curva es que Marruecos y su país de nacionalidad no cuentan con tratados de adopción.

Llegar a mi destino es ya cuestión de línea recta. 10 kilómetros me separan de él. No son nada, comparados con la distancia que separan al trámite y la cirugía, del tesón y el sentimiento humanos.

Ya en casa, llamamos a la amiga, la conocida de las cinco curvas que no fueron. Bate mayonesa en su casa de campo. Está mejor, me dicen al colgar. Su optimismo es imbatible, parece. Asegura que volverá a intentarlo.

Fotografía: Marietta Davis

  • Info sobre la situación de la mujer en Marruecos / El código de familia / Etc.

    B.S.O. Las Horas - Philip Glass