sábado, mayo 28, 2005

LIMPIEZAS


Hacer limpieza general en casa es uno de esos acontecimientos cuyo placer se disfruta a posteriori. Te decides a hacerla el día que te das cuenta de que para buscar algo en un armario has de acceder a él con machete y linterna, pero hasta que no estás en pleno fregado, no eres capaz de asimilar el alcance de lo que se avecina. Si la casa es muy grande, como es mi caso, el hecho puede tomar dimensiones épicas.

Una vez metido en harina, no deja de tener sus recompensas: te encuentras con cd´s que habías olvidado que un día compraste o te regalaron, recuperas una camisa que te pusiste sólo una vez, y redescubres el color original de algunos utensilios. Por si fuera poco, la luz que entra por las ventanas parece más brillante, quitada la capa traslúcida que llega a cubrir los cristales sin darte apenas cuenta.

En el lado malo, además del tiempo que se emplea, presencias un desconcertante fenómeno: en la habitación que limpiaste hace cinco minutos, y a la que regresas, ha vuelto a surgir polvo por generación espontánea (pese a tener las ventanas cerradas, ahí está lo bueno) Y en el lado malo también, las agujetas que al día siguiente puedes sentir, incluso en músculos que ignorabas tener. Sin embargo, y aún así, merece la pena.

Me pregunto por qué no será posible limpiarnos así, por dentro y no sólo por fuera a nosotros mismos. Una limpieza general más allá de la que prometen ciertos productos dietéticos, una limpieza que alcanzara desde lo más superficial hasta lo más profundamente almacenado de nosotros mismos: una limpieza de alma, quizás. Un método para, con una buena esponjilla niquel-nanas, arrancarnos aquello que nos molesta, nos incomoda, o se nos ha vuelto inservible. Malos recuerdos, remordimientos, desengaños, inquietudes y frustraciones. Cualquier mal rollo, enjabonado y aclarado, dejándonos después las ventanas de los ojos frescas y transparentes como las de un recién nacido.

Quizás, ahora que caigo, algo así pretende hacer un psicoanalista, ¿no? Sacar la mierda de su paciente y tirarla a la trituradora de su despacho jugando al baloncesto desde el diván. Mi queridísimo Woody Allen debe estar impoluto, pensándolo bien. Entonces… un psicoanalista sería un empleado de la limpieza, claro… Sólo que gana un poco más, desde luego… Oooops!! Creo que he esnifado demasiado amoniaco. Voy a seguir, que ya sólo me queda un baño.


martes, mayo 24, 2005

AL TELEFONO


Que para una gran compañía de telecomunicaciones yo no sea lo más importante bajo el cielo, puedo entenderlo. Pero de ahí a que, tras una llamada a un supuesto servicio de "atención al cliente" me sienta como un cero a la izquierda, hay un gran paso. Intentaré reproducir la conversación mantenida hoy mismo con una diligente teleoperadora de dicho servicio:
-Buenos días, señor "x", le habla fulanita. ¿En qué puedo ayudarle?
-Mire, hace más de un mes contraté con ustedes el servicio "y", pero aún no disfruto del mismo, a pesar de que me dijeron que el trámite duraría 15 días como máximo. Por otra parte es la tercera vez que llamo...
-No se retire, por favor. Voy a consultar...
(Varios minutos con "Heroes" de David Bowie como fondo musical)
-Si, señor "x". Su servicio se encuentra en trámite.
-Claro, lo sé. Pero, ¿exactamente en qué punto del trámite? ¿Y, por qué el trámite se ha prolongado así?
-No le puedo decir.
-¿No me puede decir? Está bien..., ¿quién puede hacerlo?
-Nadie. Es todo cuanto puedo hacer por usted.
-Disculpe, fulanita, pero no ha hecho nada en absoluto. ¿Puede darme una fecha concreta?
-No, imposible.
-¿Es un asunto de fe, entonces?
-¿Cómo dice, señor "x"?
-Nada, olvídelo. Si usted no puede responderme, ¿alguien puede hacerlo? ¿Podría hablar con un supervisor o un responsable directo?
-No existen supervisores. Yo soy la máxima responsable de su llamada.
-¿Cómo dice? ¿Nadie supervisa su trabajo? ¿No existe nadie que pueda decirme algo más? Me gustaría una respuesta más concreta...
-Ya le he dicho que no. Es todo cuanto puedo hacer. Si tiene mucho tiempo que perder puede quedarse al teléfono los minutos que quiera, pero yo no voy a ponerle con nadie...
-¿Qué? ¿Cómo se atreve, fulanita? Le aseguro que tengo cosas mucho más interesantes que hacer que estar aquí hablando con usted. Y ya que he perdido estos minutos, me gustaría que hubiesen servido de algo.
-Le he dicho todo lo que puedo.
-Lo que me ha dicho lo sabía antes de llamar: que está en trámite.
-Sí, pues eso es todo.
-No, eso no es todo. Usted, fulanita, no tiene por qué saberlo, pero soy cliente de la compañía hace cinco años, tiempo durante el que nunca les he causado un sólo problema. Si la compañía me los causa a mí, quizás deba pensar en cambiar de proveedores.
-Haga usted lo que le parezca.
-Gracias, fulanita. Ha sido usted de inestimable ayuda. ¿Cómo ha dicho que se llamaba?
Tras colgar, y mientras me hacía la comida, he rezado para no quedarme sin luz. En "atención al cliente" podrían decirme: puede usted optar por comer crudo o por cocinar en un camping gas. Es todo cuanto podemos hacer por usted. Que tenga un buen día, señor "x".

David Bowie - Heroes (Live)

viernes, mayo 20, 2005

ENCIERROS



Creo que pocas cosas despertaron en mi infancia tanta angustia y tanto miedo como la idea de un “emparedamiento”. La lectura de ciertas leyendas medievales y algún que otro cuento de Edgar Allan Poe, no hizo sino incrementar esta fobia y me llevó incluso a escribir un pequeño relato con ese tema como protagonista.

Pero ha sido ahora, ya crecidito, cuando una rehabilitación catódica ha llegado en mi auxilio: con sólo pulsar un botón del mando a distancia puedo ver, cual si en una terapia conductista me encontrase, gente encerrada y aislada en los más variopintos lugares y situaciones: casas, islas, selvas, granjas… Y supongo que, dada la capacidad del medio para reinventarse, pronto se ampliará el abanico de posibilidades: 10 parejas confinadas durante tres meses en un Seat Panda, 10 ex-presidiarios encerrados en un vestuario femenino, 10 ludópatas recluidos en el interior de un casino, o 20 pederastas abandonados bajo llave dentro de una guardería. Así, emparedados, y bajo la atenta vigilancia de 250 cámaras, nos dejarán contemplar cómodamente todas sus miserias y fechorías acompañándolas de unas palomitas, si es menester.

La pulsión voyeurista parece ser inherente al ser humano, o así lo piensan algunos. Lo realmente sorprendente es que esté dejando de asombrarnos. Cuando, en los 90, la artista británica
Tracey Emin presenta “My bed” -Mi cama- (una cama deshecha donde Emin había pasado enferma una semana, rodeada de todo cuanto usó durante ese tiempo –libros, botellas, colillas...-) causa una conmoción difícilmente repetible hoy día, ahora que vemos las camas con sus ocupantes dentro y a veces hasta metidos en faena.

“Para emparedar a alguien es fundamental elegir bien el sitio. No puede ser en un lugar conocido de la casa, dado que alguien puede llegar y decirte: ¡Esta pared no estaba aquí antes!...” Algo parecido a esto figuraba en mi relato infantil. Ingenuo de mí. Si un niño de hoy escribiera algo similar, elegiría un sitio bien visible y, desde luego, no olvidaría colocar una cámara dentro del reducto, para que todos pudiésemos ver en directo la descomposición de la víctima.


Fotografía: Dionisio Gonzalez, “Rooms”, 1998.

martes, mayo 17, 2005

HOUSTON: TENEMOS UN PROBLEMA


Un conocido acaba de mandar a paseo a su pareja por una pertinaz y flagrante falta de comunicación. Solución drástica, cuando el afectado resume: "es que no me entiende...", pero solución al fin y al cabo.
-¿Me recibes?
Mi prima no se entiende con su jefa. Pero no puede mandarla a paseo ni a ninguna otra parte, salvo a costa de pagar un precio muy alto.
-¿Hay alguien al otro lado?
Mi antigua empresa me envía un correo insensato que tendré que contestar en frío. Después del tiempo, aún no me entienden.
-¿Puedes oirme?
El domingo, tras la comida, un amigo me regala un libro que acaba de publicar. Lo leeré, para poder entendernos mejor cuando volvamos a vernos.
-¿Estás ahí?

  • sábado, mayo 14, 2005

    BUEN VIAJE, AUN ASÍ


    En mi última conversación por MSN, Altair habla conmigo mientras ultima los preparativos de su inminente viaje a EEUU. "El avión sale mañana y me faltan cosas por preparar", dice: Carolina del Norte y Ohio, en viaje de trabajo. Y se adelanta a mí, antes de que pueda decirle "vaya, qué suerte", sentenciando: "es como trabajar en la oficina o en casa, pero sin tus cosas a mano".

    Yo le cuento mis humildes planes para este fin de semana: el domingo vamos a comer y a pasar el día con unos antiguos amigos de Universidad, a una casa rural que han alquilado, a ciento y pocos kilómetros de aquí... Y así, tras un breve silencio de teclado, Altair me escribe: "Qué envidia".

    No es ninguna sorpresa, ni la confirmación de que la tierra es redonda, pero si un paso más en mi descreimiento sobre las grandes distancias, los grandes propósitos y las grandes metas cuando sólo son eso: grandes. En el convencimiento de que ni la vida ni los milagros de alguien son más admirables ni más envidiables que los de otro, si lo que está viviendo se encuentra en las antípodas de su deseo.

    Altair vuelve el martes. Para aliviar su envidia, el domingo brindaré por ella en el campo.

    jueves, mayo 12, 2005

    AY... AY...


    Desde los tiempos de Martirio, no veía nada tan feroz sobre la opresión y la angustia domésticas (o sobre eso que solemos llamar "marujas", que viene a ser lo mismo)

    Pincha en la olla y escucha...

    PUBLICIDAD / ES


    Dedicándome a la publicidad, me suelo quedar arrebatado por un fenómeno al que no suele prestarse mucha atención. Al menos no tanta, y con razón, como a la emisión o publicación de publicidad engañosa, denigrante o ilícita en cualquiera de sus formas. Me estoy refiriendo al hecho, más y más evidente, de la abrumadora segmentación con que la publicidad está logrando caracterizar y definir a la población y al individuo. Y disgregándonos, por tanto.

    Me explicaré: Cuando aquí en España nadie o muy pocos tenían coche, allá por los primeros sesenta, aparece esa maravilla llamada “Seiscientos”. ¿Su público potencial?: Todo españolito con poder adquisitivo suficiente. Hoy, cuando cada quisqui tiene su vehículo –y algunos varios- los diferentes modelos tienen que afinar mucho más en el tipo de consumidor al que se dirigen, pudiéndose llegar a definiciones como la siguiente (literal): “individuos, preferentemente de sexo femenino, de clase media-media o media-alta, residente en hábitat urbano, con nivel de formación medio o alto, perteneciente a un núcleo familiar con 2, 1 o ningún hijo, con profesión liberal o asalariada con nivel de ingresos medio/alto, etc....” Existe un coche en el mercado, con nombre y apellidos, cuyo consumidor objetivo es ese. Me lo callo, pero lo conozco.

    Y yo me pregunto: de ser esta, como parece inevitable, la imparable tendencia, ¿no asistiremos dentro de poco a una definición del individuo basada ya no sólo en esas variables (clase social, hábitat, etc.), sino en otras que todavía consigan describirnos mejor? Nos encontraríamos entonces con clasificaciones basadas en la ocupación concreta de cada uno, así se sea peluquera, alcalde o ascensorista, o también referidas a aspectos absolutamente personales e incluso privados: si se le ponen los cuernos a la señora esposa, o si te gusta el bacalao al pil-pil, sin ir más lejos.

    Los resultados de estos avances podrían ser espectaculares, y como resultado de esos públicos-objetivo quizás resultaran productos como:

    -“Eau de Chacha-rel”, el perfume de la empleada del hogar, o
    -“Eau de SuDior”, para aquellos con problemas de transpiración. O también:
    -“Eau de Ronchas”, para el alérgico.
    -Muy vendida sería “Eau de Toilette Farala-es”, la fragancia de la tonadillera.
    Evidentemente, al pasar por nuestro lado y olerlos, sabremos al instante en qué trabajan o qué afecciones padecen aquellos con quienes nos crucemos. Los eslóganes serán del tipo: “Dice mucho de ti”.

    En otras categorías podrán aparecer cosas como:

    -Audi A4 Serie Director Comercial, sólo a la venta para quienes demuestren documentalmente desempeñar dicho cargo (este individuo cogerá al coche hasta para ir a por el periódico, por lo claro que dejará su status). O si no:
    -Braun Minipimer Modelo “90 – 60 – 90” : “Para ti, que sabes lo que es ponerse a dieta”.
    En fin. Ríanse si quieren, pero les aseguro que no me he vuelto loco. Y si no al tiempo. Con nuestros productos hechos casi a la medida, no podremos dejar de sentirnos los reyes del mambo: tan diferentes, tan personales, tan únicos e intransferibles… Pero al mismo tiempo tan solos.

    miércoles, mayo 11, 2005

    BELLOS

    En este mundo recauchutado con silicona, estirado a base de liftings, repoblado gracias a injertos e inflamado de esteroides, quizás deberíamos aprender a reírnos un poco más de nosotros mismos, quitándole algo de importancia a eso de la belleza.

    Podemos empezar con un sencillo ejercicio:
    Pincha en el “espejito, espejito mágico…”
    para visualizar y escuchar esta instalación de la artista
    Pilar Albarracín (quizás tarde unos segundos en cargar el sonido)

    lunes, mayo 09, 2005

    LA CHICA DE LAS FOTOCOPIAS




    En mi trabajo y en las empresas para las que lo he hecho se genera papel. Mucho papel. Cantidades industriales de fotocopias y documentos impresos. La tala de medio bosque en papel, vamos. La mayor parte del mismo pasaba por las solícitas manos de Belén, la “chica de las fotocopias”, amable y eficiente donde las hubiera, que en un pis pas te hacía quinientas copias de veinte fuentes distintas y te las entregaba clasificadas y hechas un primor.
    Un día aciago, las mentes administrativas de la empresa llegaron a la conclusión de que eliminando a Belén del mapa de la misma, un sueldito más se quedaba en tesorería. Eso sí, a partir de entonces cada uno tendría que hacerse sus copias, que total eso no es nada y no cuesta ningún trabajo. Para acallar las voces más reaccionarias, se compró un monstruo de tecnología punta, que superaba en velocidad y prestaciones a cualquiera del mercado, y que funcionaba, además, por supuesto, como impresora centralizada de todos los equipos informáticos de la empresa. Vamos, que entre eso y el sueldo de Belén la máquina se pagaba sola. Con sus docenas de botones, lucecitas de colores y sus funciones inteligentes, era lo nunca visto. Era como la “Madre” del “Nostromo”, para entendernos. Aunque, mejor dicho, fue la madre del cordero.
    Siendo la organización un grupo empresarial, la máquina debía reconocer a cada usuario que fuera a utilizarla a través de: primero, el código de la empresa a la que pertenecía; segundo, el código personal. Después venía programarla, que eso era otra: calidad, resolución, tamaño, número de copias… Si se terminaba el papel, aquello no podía abrirlo cualquiera: de nuevo el código 1, el código 2… Las colas que se organizaron con destino al aparato no envidiaban un ápice a las del mismísimo Cristo de Medinaceli en su mejor momento. Las mesas de los despachos vacías, la productividad en picado… Pero, eso sí, en la cola hacías amigos.
    Por otra parte, como muchas de las veces llevabas a cabo la peregrinación para recoger un documento que previamente habías enviado desde tu ordenador, sucedían cosas curiosas: una vez recogí, como mío, un documento por el que descubrí que fulano, de asesoría, y mengana, de contabilidad, estaban liados. En otra ocasión, la máquina me escupió una receta de tiramisú, pero esta me la quedé (la de veces que me he preguntado yo quién mandaría aquello a imprimir…)
    Fue por entonces cuando surgió la figura del “vocero”, alguien que estratégicamente situado cerca de la rendija de expulsión de la máquina, intentaba poner orden en el caos gritando: “¿Quién ha enviado un informe sobre inversión? o ¿de quién es esta nota de prensaaaa? Para no creerse, pero la máquina de café se acercó unos metros a la diabólica máquina, convertida ahora en eje de la vida social de la empresa.
    Belén volvió a los tres meses, y para mí fue como lluvia en agosto: se hizo amiga del aparato en pocos días, y las primeras fotocopias que me hizo me supieron a gloria. La máquina de café permanece allí, porque de repente todos queremos más a Belén y de vez en cuando nos tomamos un cortado con ella. Cuando la veo recuerdo aquel despropósito, y eso me hace estar seguro de que prefiero un mundo con chicas de las fotocopias a un mundo con máquinas hostiles y antipáticas.
    Como prefiero un mundo con tenderos, barrenderos, carpinteros, camareros… Con todos los “eros” y “eras” que hagan su trabajo con dignidad e ilusión, y a los que se trate y considere (remunere, también) del mismo modo digno y motivador.
    De momento, a Belén le gusta su trabajo. Y a mí me sale un tiramisú estupendo.
  • domingo, mayo 08, 2005

    RAQUEL, ENTRE LOS ÁRBOLES


    Hemos vuelto a hablar de ti, los comunes,
    a quienes también veo de tarde en tarde.
    Sé que ahora vives entre los árboles,
    y también sé que te veré pronto.
  • AMIGOS




    Qué bueno es tener amigos que le promocionan a uno.
    Gracias, Guasabi. Y hola al visitante.

  • COMIENDO PAN DE CHUMBERA



    El pan de chumbera se consume en México, donde es apreciado especialmente en lugares y momentos de menores recursos. Este que aparece en la fotografía se llevó a cabo durante la realización de un taller de creación en el pueblo de Blanca.
    La chica que aportó la idea, y la hogaza, me cuenta que no fue demasiado fácil encontrar una panadería tradicional donde le mezclaran la receta y en cuyo horno cocieran la masa, aunque al final lo consiguió.
    Yo lo probé, su textura es similar a la de un plum cake, y los pequeños trozos de hoja de chumbera son carnosos y ligeramente dulces.

    sábado, mayo 07, 2005

    ETHEL


    Ethel ha conocido tiempos mejores. Sin ir más lejos, allá por los cuarenta apuntaba maneras en un par de antros de la ciudad. Cantar y bailar, luego beber, a veces hasta tarde. Y luego el trabajo que no perdona, maldita fábrica, hay que ganarse la vida...
    Ahora, el paseo de la tarde devuelve su esplendor a Ethel. Elige con esmero su ropa y, con mano algo temblorosa, se maquilla ante un espejo que le devuelve una imagen de veinte años. Al salir, el bullicio, la gente que la mira -su público, piensa-, las luces de la ciudad... De vuelta a casa, cuarto sin ascensor, un gato sobre su hombro al entrar. Y una lata comprada donde siempre que Ehtel vuelca, agachada, sobre el pequeño plato en el suelo.
    No hizo falta convencerla para posar: "también fuí modelo de artistas", dice, tirando al suelo un cigarrillo que apaga bajo su zapato de charol blanco. Se hace un hueco entre el tráfico y apoyada en un coche grita "¡dispara, encanto!"
    Aún tiene fuerza en la voz. Su salud es buena, como la piel de su anticuado bolso de marca.
  • viernes, mayo 06, 2005

    VICTOR


    Victor acaba de llegar al mundo,
    dispuesto a que la vida entera
    sea escrita sobre él.

    Fotografía: Steven James Brown - "Tom"
  • jueves, mayo 05, 2005

    MUNDO ENTERO DE ALTAIR

    El mundo entero cabe en tu casa, Altair, cuaderno de viaje inacabado. Conchas de plata azul, arenas que has pisado, la ventana en tu mesa, por donde pasa una nube camino a Finlandia…

    El tiempo detenido en casa de Altair. Islas del tesoro, alfombras mágicas… Máscaras sin rostro en la pared, como los rasgos desdibujados, a base de años, del amigo de la infancia…

    Y el mundo entero ahí afuera también, Altair. Pájaro, hechicera, Eva futura… Y una piedra filosofal escondida, puede que cerca, quizás tras la puerta, que convertirá en oro cuanto toques.

    Nunca se hará tarde, pájaro, hechicera, Eva futura. Coge la próxima nube… abre de par en par las ventanas y conjura el mundo. Mundo entero de Altair. Conjura el tiempo y el espacio. Pájaro, Morgana, Midas viajero. Haz un paisaje en tu alfombra, que no crezca más que hierba bajo tus pies.

    Haz un paisaje donde yo pueda pasear también. La hierba está fresca, mejor ir descalzos… Se fueron las máscaras sin rostro. El viaje continúa. Y ya para siempre, Altair, ardilla veloz, jugarás en los árboles de un bosque sin lobos feroces.
    *Fotografía: Meredith Arena -"Nube"

  • martes, mayo 03, 2005

    A LA DE UNA, A LA DE DOS...



    Entre atónito y desafiante parece el pequeño alien de esta fotografía de Celina Alvarado -Celina Alvarado-, pequeño invasor que explora con mirada abierta y objetiva un mundo que le es extraño.

    ¿Qué le mantiene tan perplejo? ¿Qué llama tan poderosamente su atención? ¿Su forma? ¿Su tamaño? El signo, imaginamos. El signo, cuyo significado desconoce. Pobre de él si es así: dos pasos más y su estilizada anatomía, producto de millones de años de evolución y perfeccionamiento genético, será aplastada contra el asfalto si no se anda con cuidado. Pobre, pobre alienígena, extraño ángel también él.

    Del mismo modo, atónito y perplejo, desafiante y atento como este extranjero, permanezco un buen rato antes de inaugurar este sitio. Conozco el signo y entro con prudencia. Cedo el paso, que nadie me arrolle al entrar. Sobre su escenario de road-movie, un conductor piensa que ha atropellado una alimaña del camino. Pobre extraño ángel. Yo, que le ví cruzar sin mirar, lamento a distancia su suerte.

    Ahora es mi turno: miro a la derecha, miro a la izquierda. A la de una, a la de dos, a la de tres.